Y hoy terminamos la serie de crónicas de los conciertos de la Semana Grande de Santander 2013 con Fito y Fitipaldis.
La Magdalena se convirtió por una noche en un auditorio al aire libre con miles de sillas y gradas para recibir la actuación de Fito, una fecha más de su actual gira en formato de teatro. Lo novedoso es que los Fitipaldis revisitan sus éxitos con un estilo más acústico y con cambios de tempo.
El comienzo del concierto fue muy emotivo, con el recuerdo de Fito a las víctimas del accidente de tren de Galicia y tras un minuto de silencio se desató la música en la campa. Por la boca vive el pez fue el tema elegido para romper el hielo y junto con Sobra la luz y Me equivocaría otra vez cerraron el bloque inicial en el que pude hacer fotos desde el foso.
En este momento ya se entrevió cómo iba a ser el concierto, con muy buen sonido y actitud, pero con falta de "caña" por el formato, y es que el cuerpo pide poder moverse y saltar en un concierto de Fito, y no quedarse sentado en una silla. Ese fue el comentario general, aunque el público lo remedió a tiempo.
Si algo que sorprende al ver a la banda es la cantidad de instrumentos que sacan al escenario. Creo recordar que fueron del orden de 15 instrumentos diferentes los que se repartieron Fito y sus 5 Fitipaldis: guitarras, contrabajo, mandolina, batería, saxo, bajo, clarinete, acordeón, slide guitar...
En general todo el set list fue muy alegre y animado, dejando fuera algunas de las canciones más tristes que tiene el grupo. Sonaron, entre otras: Quiero beber hasta perder el control, El funeral, Como pollo sin cabeza, 214 Sullivan Street, A la luna se le ve el ombligo, Cerca de las vías o La casa por el tejado.
Sin embargo fue con Antes de que cuente diez con la que se produjo el punto de inflexión, la gente no aguantó más sentada y se abalanzó hacia las primeras filas (aunque detrás de la zona VIP...) y asistió al final del concierto como tenía que haber sido desde el principio, disfrutanto en pie y amontonados, bailando y botando.
No podía faltar tampoco la historia del Soldadito marinero, que fue cantada por el grupo y por el público a coro, pero no al unísono. Debido a que con el nuevo formato Fito cambió el tempo a la canción, el publico iba desacompasado, much más rápido que la música, lo que hizo que el de Bilbao tuviera que dar un par de taconazos en el suelo para que la gente pillase el nuevo ritmo. Al final lo consiguieron, y el invierno malo y la mala primavera se extendieron casi hasta el infinito (por lo menos unos 5 minutos).
Con Si yo acabo de llegar cerraron un buen concierto, pero puntualizando que lo que la gente quería era marcha.
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