Desde Francia, Alcest
nos trae su cuarto disco: “Shelter”. En él demuestran que no hay tormenta que
cien años dure. Han despejado el cielo, ya no hay nubes, todo está iluminado.
No sé lo que vio o dejó de ver Neige cuando era pequeño,
pero lo que está claro es que este hombre tiene la cabeza llena de magia, de
música y de colores. Su paleta cada vez presenta una gama más amplia de tonos y
con “Shelter” nos enseña su refugio, el mar, para demostrarnos que guarda más
cosas a parte de la tristeza y la melancolía.
Lo cierto es que ha sido una sorpresa. Desde “Souvenirs d’un autre monde” nos tenían
acostumbrados a abrir la persiana por las mañanas y, todavía entre sueños, ver un cielo gris y lluvioso. Puede que
asomase algún rayo de sol, pero al fin y al cabo llovía. En cambio, al abrir la
persiana esta mañana, todo era luz, el sol bañaba el mar y todo estaba en paz.
Las distorsiones han dado paso a los delays y Alcest muestra
una imagen renovada. Desde el comienzo, “Opale” te llena de fuerza y optimismo.
“L’eveil des Muses” te pone los pelos de punta con su progresión y “Delivrance”
cierra con diez minutos que se pasan en uno, entre ondas que te mecen hasta que
por fin, te vuelves a dormir.
No veo a los fans de Alcest muy convencidos con este último
trabajo, e incluso podemos intuir un cierto giro hacia lo comercial (sobre todo
con el tema “Opale” y su videoclip) pero, para mí, mientras las cosas estén tan
bien hechas como en “Shelter” creo que no hay de qué preocuparse. Tendremos
Alcest para rato.
Todo aquel que busque algo relajado y bonito debería ponerse
con este disco. Será sin duda (y me
atrevo a decirlo en enero) uno de los discos del año.
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